Quizá los padres deseen tener un consejo familiar todos los domingos o antes o después de la noche de hogar. El Mesías esperado nace en un pesebre de Belén, como un ‘sin techo’ de nuestros días, porque sus padres no encuentran alojamiento en la posada (Lc 2, 6-7). Lo recuerda Pedro (1 Pe 2, 11) y lo reitera Pablo (Flp 3, 20; Col 3, 1-4), para quien el discípulo de Cristo es “ciudadano del cielo”, de paso por esta tierra. Lo escribe Homero en la Odisea. Son varios los conceptos que, de uno u otro modo, remiten a la hospitalidad y se (con)funden con ella: generosidad, compasión, misericordia, altruismo, solidaridad… Conviene, por eso, en primer lugar, ensayar una definición del término recurriendo a su etimología. Contrariamente, por tanto, a lo que determinadas ideologías reaccionarias tratan de difundir entre las gentes del Occidente próspero y desarrollado, el escenario mundial de relaciones, lejos de convertirse en una amenaza, se erige en oportunidad sin precedentes para poner a prueba la madurez de nuestros sistemas sociales y nuestros esquemas mentales, pero, sobre todo, la capacidad del ser humano para acoger, convivir y dialogar, tres verbos que se conjugan en plural y que se juegan buena parte de su significatividad en esa dimensión ético-religiosa que le es innata al hombre y que las grandes religiones han traducido en reflexiones, preceptos y costumbres acerca del culto a la hospitalidad, la teología de la compasión o la práctica de la solidaridad. Grandes masas de población desplazadas por las guerras, el hambre o las catástrofes naturales configuran un contexto en constante mutación, hasta el punto de que muchos de los lugares de acogida o destino de esos flujos migratorios acaban siendo simple “tierra de paso”, una experiencia de provisionalidad comparable al Éxodo bíblico camino de la Tierra Prometida. Una aventura no exenta ya entonces de riesgos, el primero y más evidente de ellos seguramente con ancestros lingüísticos comunes: la ‘hostilidad’, ese sentimiento que se despierta en quien cierra las puertas de su hogar, de su país, cuando intuye en el recién llegado una posible amenaza para su seguridad y bienestar o para el orden establecido. Sobran ejemplos de hospitalidad en la Biblia que toman el testigo de Abraham: desde la mujer sunamita, que le ofrece plato y alcoba a Eliseo y obtiene como recompensa la maternidad (2 Re 4, 8-11), hasta el paciente Job, que testimonia: “El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta al caminante” (Jb 31, 32); sin olvidar, lógicamente, los “contramodelos”, como los habitantes de Sodoma (Gn 19, 1-11) o los benjaminitas (Jue 19, 1-30), merecedores de sendos castigos por atentar contra el bienestar y la dignidad de los huéspedes. Al orar, debemos recordar cuatro pasos importantes: Comenzamos nuestras oraciones dirigiéndonos a nuestro Padre Celestial: “Nuestro Padre Celestial…”, Le damos gracias a nuestro Padre Celestial por las cosas que nos da: “Te damos gracias…”, Le pedimos que nos ayude con las cosas que necesitamos: “Te pedimos…”. Cualquier actividad que sirva para unir a la familia, que fortalezca el amor que sienten unos por otros, que les ayude a acercarse a nuestro Padre Celestial y les aliente a vivir rectamente puede ser una noche de hogar familiar. El padre debe asegurarse de que los miembros de su familia aprendan a dar gracias a Dios por los alimentos y a pedirle que los bendiga antes de cada comida. Algunos ejemplos de actividades que se podrían realizar son: leer las Escrituras, charlar acerca del Evangelio, compartir testimonios, llevar a cabo un proyecto de servicio, cantar juntos, ir a un paseo campestre, jugar en familia y hacer una caminata. 11/07/2014. Jesucristo es nuestro líder y legislador. La historia, pues, se repite, y sus protagonistas menos afortunados siguen esperando respuestas, cálidas y a la altura de sus demandas. Oramos constantemente para que los padres en la Iglesia acepten su responsabilidad de enseñar y ser ejemplos dignos de los principios del Evangelio a todos sus hijos. Para que los consejos familiares tengan éxito, es imprescindible mostrar respeto por las opiniones y los sentimientos de los demás. un huésped como todos mis padres (Sal 39, 13). María, maestra de espiritualidad. Los padres deben enseñar a sus hijos que Dios siempre está dispuesto a escuchar sus oraciones. Y a esto habrá que sumarle muchas más formas de diversión en el hogar. Terminamos nuestra oración en el nombre del Salvador: “En el nombre de Jesucristo. Se puede realizar un consejo cada vez que sea necesario. Amedida que la familia lea las Escrituras y medite en ellas, sus miembros desearán ser más como el Salvador y encontrarán mayor gozo y paz en sus vidas. Older (via mycountryliving) Posted on May 7, 2018 via My Country Living with 24 notes. Siguientes apartados del Pliego (solo suscriptores): Pliego íntegro publicado en el nº 2.902 de Vida Nueva. Solícito, Abraham “acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra” (Gn 18, 2) y, sabedor de que la hospitalidad no era más que una forma práctica de servir a Dios, rogó: “Señor mío, si te he caído en gracia, ea, no pases de largo cerca de tu servidor” (Gn 18, 3). Seguro que tu Padre Celestial está orgulloso de ti” o: “Mira qué nubes tan preciosas ha creado nuestro Padre Celestial”, pueden inculcar en los niños un sentimiento de gratitud hacia nuestro Padre Celestial y la seguridad de que Él es real. La propia trayectoria vital de Jesús aparece marcada por la provisionalidad, la desinstalación, el tránsito. Se debe dar la oportunidad de leer a todo miembro de la familia que sepa hacerlo. No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles Todos deben tener la oportunidad, en forma regular, de ofrecer la oración familiar. Comentarios como: “Eres muy trabajador. 13 . Sin embargo, ambos vocablos incorporan un matiz fundamental para entender en toda su amplitud el tema que nos ocupa: se trata de instituciones o espacios “especializados” en dar cobijo a los más desvalidos y vulnerables (enfermos y huérfanos), lo cual significa que la práctica de la hospitalidad alcanza su plenitud cuando quien la solicita padece las circunstancias más adversas (pobres, refugiados, emigrantes…), como tendremos ocasión de comprobar al revisar algunos episodios o relatos de las distintas religiones. Cada uno de nosotros debe aprender a hablar con nuestro Padre Celestial por medio de la oración. “Y también enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor” (D. y C. 68:25–28). What is El Hogar? Para llegar a ser como nuestro Padre Celestial y volver junto a Él, debemos aprender las enseñanzas de Jesús y seguirlas. En ausencia del padre, la madre preside. Éxodo del pueblo judío, por Nicolas Poussin (sXVII). Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro. El ofrecer una oración para la bendición de los alimentos sirve para que los padres y los niños aprendan a sentir gratitud hacia nuestro Padre Celestial. Todos los que sean lo suficientemente mayores deben tener la oportunidad de participar. Las familias que realizan actividades juntos disfrutarán de mayor amor y armonía en el hogar. Enseña la lección o delega la enseñanza a su esposa o a sus hijos que tengan la edad para hacerlo. Los relatos que tratan temas como la honradez, la amabilidad y el compartir con los demás enseñan importantes principios del Evangelio. Más aún, desde tiempos inmemoriales, se destinaron territorios o lugares sacros e inviolables (institución del Santuario) donde el huido quedaba a salvo de cualquier persecución. La diferencia, en el pasado asociada a la marginalidad –con el consabido riesgo de exclusión aún presente–, está llamada a ser la gran riqueza de la nueva civilización; la convivencia de identidades, su rasgo inequívoco; y el diálogo interreligioso, la “hoja de ruta” que contribuya a tender puentes y crear espacios de comunión que, como mínimo, alejen los oscuros presagios de fundamentalismos y extremismos militantes. Digamos para empezar –y antes de analizar cómo integran y desarrollan dicho “mensaje hospitalario” las confesiones religiosas monoteístas– que ya los griegos, pueblo inquieto y viajero por excelencia, hizo de la hospitalidad el santo y seña de las relaciones familiares y entre pueblos, hasta el punto de sacralizar al extranjero, en el convencimiento de que este adoptaba el aspecto de las divinidades para juzgar la generosidad del anfitrión hacia el visitante: Los dioses recorren las ciudades, en forma de mortales, observando quiénes son los que tratan con violencia y quiénes los que reciben con bondad a los forasteros.

el hogar y el mundo y gitanjali

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